El pasado año se desarrollaron numerosas actividades en relación a esta efeméride que marcó un antes y un después en la crisis social española. Estos son algunos de los libros que lo estudian.
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Pepe Gutiérrez-Álvarez | Para Kaos en la Red | 31 -3-2010 a las 9:52 |
Si existió una formación política que se identificó con los fines del Octubre de 1934, esa formación fue POUM que creyó que la Alianza Obrera sería el instrumento para que la clase obrera dejara de ser clase en sí para pasar una clase para sí: contra el fascismo y por el socialismo.
Es conocido el grado de divergencias que llegó a existir entre la ICE y el BOC. Po eso está claro que tuvo que haber un “filtro” muy poderoso para que la unificación apenas provocara retraimientos. Ese “filtro” fue la experiencia de la Alianza Obrera, promovida por el BOC y apoyada con entusiasmo por la ICE; previamente, el “alma mater” del BOC, Maurín, había desarrollado importantes rectificaciones teóricas, asimilando en parte los esquemas trotskianos en tres aspectos: la política de frente único contra el fascismo, el carácter democrático-socialista de la revolución que se gestaba, y la denuncia del curso burocrático de la URSS y del Komintern (1)…Aunque la Alianza Obrera no consiguió sus objetivos en Cataluña, demostró que se podía llevar adelante una huelga general a pesar del equipo rector de la FAI, y que se podían obligar a ERC a ir más allá de donde quería llegar (2). En Asturias, aunque ni el BOC ni la ICE contaba con un influencia significada, sus militantes gozaban de una gran preparación, y eran muy escuchados.
Para conocer las razones de la Alianza Obrera hay que buscarlas especialmente en los numerosos artículos de inspirado Maurín, así como por Nin y por E. Ruiz, alias de Juan Andrade (3). Dichos desarrollos comprenden también un esfuerzo por estar al tanto de lo que estaba sucediendo en Alemania, Austria y Francia, y extraer de todos ellos las lecciones necesarias (4).
Los acontecimientos de las dos épicas semanas asturianas fueron reconstruidos a fondo y al pie del cañón, primero por el joven minero bloquista Manuel Grossi en La insurrección de Asturias, que contó con numerosos apoyos: una carta de Ramón González Peña, un prólogo de Joaquín Maurín, amén de un epílogo de Julián Gorkin que –en realidad- fue quien puso la pluma a la historia y a las palabras de Grossi (5). A continuación llegó:UHP: La revolució proletària d´Asturies, del periodista y militante de la ICE, Narcís Molins i Fábrega. Narcís era el periodista más combativo de la época, alguien que “asustaba”. Autodidacta e íntimo amigo de Andreu Nin. Narcís ya había escrito sus propias páginas sobre el Octubre catalán, y se marchó a Asturias para hacer hablar a los insurrectos y a los hechos en un ejercicio de periodismo de investigación revolucionaria Según Fábrega existía una relación inversa entre la fuerza de la burocracia socialista y la fuerza de la revolución (6).
Esta aportación de signo poumista sería ampliada ulteriormente en diversos trabajos y testimonios escritos desde el área poumista, comenzando por la imprescindible antología de Víctor Alba, La Alianza Obrera. Historia y análisis de una táctica de unidad en España. Entre los diversos testimonios que inciden en este episodio, seguramente el mejor escrito sea el de Carmel Rosa, alias “Roc”, Quan Catalunya era revolucionària, que –entre otras cosas- detalla con vigor, modestia y precisión, los acontecimientos del Octubre catalán en el cuadro de su militancia bloquista, una obra que no ha tenido la acogida que merecía (7).
El Octubre asturiano representa una excepción en el historial socialista, de una gente que, al decir de Alcalá Zamora, no hacía revoluciones. Hay que tener en cuenta que el PSOE-UGT tenían la hegemonía política y sindical en la región, en tanto que la CNT era una minoría importante, y los diversos comunistas, minorías insignificantes. Esto explica que se trate de explicar los hechos desde el socialismo asturiano. Sin la voluntad decidida del PSOE-UGT, la Alianza Obrera no habría arrastrado a la CNT-FAI. Así lo explican Grossi y Fábrega, y también David Ruiz en su importante y precoz estudio El movimiento obrero en Asturias, que aunque concluye con la llegada de la República, ofrece un enfoque centrado en el PSOE, la UGT y del SMA (Sindicato Minero Asturiano), anotando que fue gracias a su radicalización en sta época –frente a una patronal que se había vuelto especialmente regresiva-, lo que le que permitió aglutinar al movimiento de masas que llevará a cabo, bajo su dirección, todo el proceso de Octubre. David Ruiz, es también el autor de un notable estudio específico,Insurrección defensiva y revolución obrera. El octubre español de 1934 (8).
Igualmente, Bernardo Díaz Nosty, próximo a las tesis socialistas de izquierdas, y autor de La comuna asturiana. Revolución de Octubre de 1934, creo que la primera obra dedicada a la insurrección editada legalmente en España (9), define al PSOE como “el principal orquestador de los sucesos”. De hecho, toda la izquierda, incluyendo a los anarquistas. EnUGT, la burocracia reformista, Juan Andrade distingue entre el PSOE en general, y el de Asturias, como explicación: angustiados por la suerte que podía correr el proletariado durante el curso de una politica fascistizante desde el poder, una parte de la antigua burocracia ugetista y socialdemócrata española, recordando su procedencia obrera vio reverdecer su solidaridad con el proletariado como clase y se dispuso a perder o ganar con los suyos, con aquellos a quienes debía todo y que en los momentos de triunfo le prodigaron la fuerza que les elevó políticamente. Por eso llegó la revolución de octubre. Por su parte, Julián Gorkin ofrece testimonio de lo que dijo Durruti que se encontraba también en la Cárcel Modelo de Barcelona en el momento de la redacción del libro de Grossi: “Los socialistas asturianos no son como los demás socialistas”, y Gorkin añade “que los obreros asturianos en general- están más curtidos en la lucha, mejor preparados para la batalla insurreccional, que los del resto de España”.
Habitualmente, la derecha ha utilizado esta argumentación en su afán de demostrar que el PSOE era más bolchevique que socialista evolucionista. No es otra cosa lo que viene a decir Por otro lado, el conservador José Antonio Sánchez García-Sauco en La revolución de 1934 en Asturias, que sitúa en el SMA era el eje del movimiento en detrimento del conjunto. Se apoya en informes judiciales y policiales que, a principios de los años setenta, los demás no tenían acceso, y da por supuesto que dichos informes eran objetivos. La tarea de presentar a los dirigentes socialistas como los responsables de una revolución presentada como un desastre, y presentando a la Iglesia como víctima (10), fue y sigue siendo una línea general de la derecha. No es por casualidad que los llamados revisionistas, cuyo negocio pasa por abastecer los argumentos de la base social de lo que fue (¿) la “España nacional”, hayan escogido tomado la insurrección de Asturias como el prólogo del la “necesaria” contrarrevolución. Aparte de abastecer tales exigencias, esta línea general tiene la virtud de situar a la defensiva las interpretaciones realizadas desde la actual historiografía académica, que trata de justificar el exceso y el error como una reacción más o menos justificada por la situación internacional, así como por las baladronadas fascistas de la CEDA, aunque en raramente se considera el fracaso de la coalición republicano-socialista…
En todo esto factores objetivos comenzando por la superioridad de la estructura y de capacidades organizativas ofrecidas por los socialistas, y siguiendo por el proceso de radicalización que estaban conociendo. Vista desde el ángulo de lo “nacional”, difícilmente se podrá comprender la importancia del desastre del proletariado alemán –la “llave” de la crisis de los años treinta que lleva a la II Guerra Mundial-, con su inmediato correlato en Austria. Dicha radicalización era muy similar a la operada por ejemplo, en el socialismo francés. No hay duda de que dicha radicalización coincidió con la propia realidad asturiana donde las mejoras logradas en otro tiempo por el SMA, se encontraba en pleno retroceso como cuenta en detalle Adrian Schubert en una obra muy precisa: Hacia la revolución, subtitulada “Orígenes sociales del movimiento obrero en Asturias 1860-1934…En su introducción, Schubert comenta:
“Nadie les ordenó hacer la revolución, pero la hicieron. Desde el momento en que los líderes nacionales en Madrid y los regionales en Oviedo dan la señal, `el impulso revolucionario de los trabajadores en armas estará muy por encima de la capacidad de dirección de los sucesivos comités revolucionarios´. Volvemos así a la cuestión inicial, es decir, a la existencia de ese alto grado de radicalización de los mineros asturianos. No basta con proclamar meramente que ésta existía ya, sin preguntarse cómo y por qué se produjo.
Algunos escritores, especialmente ciertos sociólogos, sostienen que los mineros son intrínsecamente más radicales que otros grupos de trabajadores, debido a la naturaleza de su trabajo y a sus condiciones de vida. Estas teorías se aplican indiscriminadamente a los mineros de diferentes regiones, países e incluso continentes y se basan en una imagen del mundo minero como algo estático y homogéneo. Sin embargo, estas teorías ignoran el hecho de que los mineros no nacen siendo radicales y que la radicalización, si tiene lugar, es el resultado de un proceso específico del desarrollo histórico. Este fue ciertamente el caso en Asturias, donde las numerosas fuerzas divisorias existentes entre la mano de obra minera pudieron superarse solamente en el contexto de la prolongada crisis económica, la ineficacia sindical y la desilusión política que tuvo lugar en las décadas de 1920 y 1930. La radicalización de los mineros asturianos puede entenderse solamente teniendo en cuenta el trasfondo de la originalmente dividida clase obrera de la cual emergió…” (11)
Otra cosa es como esta radicalización se desarrolló en el seno del PSOE, dividido en tres alas diferenciadas. Schubert habla de la ortodoxia kautskiana del ala derecha representada por Julián Besteiro y Andrés Saboritt”, aunque lo correcto sería hablar en rigor de una derecha bernsteniana a la que pertenecían personajes como Juan Negrín, firme admirador de Bernstein por cierto. El Kautsky clásico (el de El camino del poder), estaría a la izquierda del “centro” liderado por Indalecio Prieto, partidario acérrimo de la vía parlamentaria de mano de la izquierda republicana. La radicalización asturiana es concordante con la del ala caballerista, pero incluso esta fue cómplice a medias de la Alianza Obrera, y muy poco cómplice de la insurrección. Se da la paradoja que mientras en Asturias los burócratas sindicalistas, que en realidad estaban lejos de compartir los entusiasmos revolucionarios de Largo Caballero, en la hora de los hornos, algunos entre ellos como González Peña y Belarmino Tomás, acudieron al campo de batalla en tanto que el “Estado Mayor” caballerista, con Largo al frente, no se enteraron que lo último que hay que hacer con una insurrección, es anunciarla y no hacerla.
Curiosamente, el programa presentado por Prieto al CE del PSOE (12-01-1934), como los “seis puntos de vista sobre lo que pudiera ser un programa de acción común en contra de los elementos derechistas”, sería descrito por Largo Caballero nada menos que como “un programa a realizar al día siguiente de haber triunfado la revolución”, y por lo tanto, inaceptable para cualquier posible aliado burgués. Sin embargo, este programa apenas tenía nada en común con el que la Alianza Obrera avanzó durante las dos semanas de su experimento revolucionario. Seguramente nadie reflejó tan claramente este contraste como Andrés Saboritt cuando dijo a los detenidos pro la insurrección: “Nadie os mandó ir a la revolución. La orden era de huelga”. Llama la atención que en el tardofranquismo, el área socialista tendió a reivindicar su historial más “duro”, para finalmente sobrepasar por la derecha al más “blando” (12).
Otro factor no menos importante en esta radicalización socialista, fue la fuerte presencia de otras corrientes revolucionarias que se “entonaron” mutuamente. En el caso de la otra gran corriente obrerista surgida también de la 1ª Internacional, la CNT, la cuestión de la Alianza Obrera provocó una dura controversia entre su alma unitaria y su alma sectaria, la misma que hasta entonces había puesto en práctica la desastrosa política faísta de la “gimnasia revolucionaria”. No es por casualidad que es más preparado de los portavoces de la primera fuese estatalmente Valeriano Orobón Fernández, ya que este, aparte de contar con una formación teórica mayor de lo habitual en las huestes libertarias, había podido seguir desde cerca los acontecimientos que dieron lugar al muy resistible ascenso del nazismo, y que además conociera de primera mano el ejemplo de la “República de los Consejos de Baviera”, un modelo de “democracia obrera” que socialistas de izquierdas, comunistas (espartaquistas) y anarquistas, hicieron posible codo con codo (13).
La orientación según la cual dos marxistas y dos anarquistas eran cuatro revolucionarios, fue liderada en Asturias por dos grandes personalidades del anarcosindicalismo astur por el veterano Eleuterio Quintanilla, cuyos reparos se suelen citar como ejemplo de oposición al ingreso cenetista en la Internacional Sindical Roja, cuando en realidad, lo que quería decir era que existían diferencias, un reconocimiento elemental que compartía Salvador Seguí en contra de los “bolcheviquistas” que, como Manuel Buenacasa, tendían a confundir. Quintanilla fue siempre un firme partidario de la unidad entre CNT y UGT, y por lo tanto, un entusiasta de la Alianza Obrera, lo mismo que el ya legendario José Mª Martínez, hombre de formación anarquista integra que se había empleado duramente contra la presencia de “comunistas y trotskistas” en la CNT. El debate que llevó a cabo Martínez con una Federica Montseny empeñada en el “nosaltres sols”, sigue teniendo la mayor pertinencia en una época en que la herencia cenetista aparece disputada entre la CNT y la CGT, y en la primera por más de una corriente “purista”. El principal aporte anarcosindicalista fue firmado por Manuel Villar, quien aseguraba que el radicalismo de los mineros del carbón determinó la conducta de los lideres socialistas asturianos: “En la determinación de su conducta ha pesado el temperamento reciamente rebelde de los mineros. Obsérvese sino el contraste que ofrece la posición del socialismo asturiano con la conducta de los socialistas en otras partes de España” (14).
No hay mucho que decir de la bibliografía comunista oficial, de un posicionamiento duramente tratado en los trabajos que publicamos. Se puede interpretar la insurrección obrera de Asturias, y el esfuerzo de impulsar la Alianza Obrera como expresión de lo “más natural” en una orientación socialista, en línea con la que había tenido lugar en el ciclo revolucionario anterior, el que va desde el Octubre ruso hasta la crisis alemana de 1923. Era la respuesta tanto al creciente ascenso fascista como al fracaso de vía republicano-socialista de 1931-1933, la misma que, entre otras cosas, se mostró incapaz de llevar a cabo las reformas exigidas desde abajo, o de traducir en hechos la certera sentencia de Azaña con ocasión de la “sanjurjada”: “O la República acaba con sus enemigos, o sus enemigos acaban con ellas”. El mismo PCE que en función del guión estaliniano del “socialfascismo” se opuso a la Alianza Obrera hasta el último minuto, sería el principal animador del nuevo guión, el del Frente Popular bien vestido por las exigencias de la amnistía y de parar a la derecha, volvía retomaba la vía del apaciguamiento. Daba el puesto de mando a la fórmula republican-socialista, la misma que volvió a demostrar que Azaña era mejor escritor que político. Como explica Fernando Fernán-Gómez en el documental La silla de Fernando, todo el mundo estaba al tanto de lo que se estaba tramando menos el gobierno, que lo sabía pero que prefería no tomar medidas. Fernando cuenta que a un chico de su colegio, hijo de un militar, todos los demás le preguntaban sobre cuando se iba a “sublevar” su padre (15).
En el ámbito comunista se sitúa la crónica del belga Mathieu Corman, Incendiarios de ídolos. Un viaje por la revolución de Asturias (Ed. Cambalache, Oviedo, 2009), y que seguramente es el único testimonio escrito por un autor extranjero que, sí bien se equivoca en algunos datos (como queda precisado en la edición), ofrece una visión muy fresca y entusiasta de lo que estaba sucediendo.
No conozco la obra de Paco Ignacio Taibo II, Asturias 1934, publicada en dos tomos por Ediciones Júcar en Gijón (1984), con ocasión del 50 aniversario. Sí he leído su trabajo Terror blanco en Asturias, aparecido en el núm. 18, octubre de 1977, de Historia 16 que deja buena evidencia que los “excesos” de la revolución fueron mera bagatela en comparación con la represión (ya franquista) que siguió. Una aportación que como muchas otras, resulta poco asequible, y que habría que verter en la Red donde –subrayo- se está trabajando sobre los diversos aspectos de esta experiencia que tuvo la virtud de demostrar el potencial revolucionario del movimiento obrero español, al menos por abajo. Tampoco conozco la recopilación Octubre 1934 (Siglo XXI, Madrid, 1985), que incluye textos de Broué, Claudín, Fusi, etc; ni Y ¿Madrid? ¿Qué hace Madrid?. Movimiento revolucionario y acción colectiva (1933-1936), de Sandra Souto Kustrín (Siglo XXI, Madrid, 2004)…
Habría que hablar de una “película” concebida como una serie de TVE, Los jinetes del alba(1990), adaptación de la novela homónima de Jesús Fernández Santos escrita por Joaquín Jordá y Vicente Aranda, y dirigida por este último, un notable fresco de la época, con la insurrección como trasfondo de una trama en la que la revolución aparece como una alternativa a las miserias sociales y morales. Y sería injusto olvidar la obra de Helios Gómez, sin duda el más representativo de los artistas comprometidos de entonces, y sobre el cual se está dando una lenta pero firme revalorización de la que es muestra precisamente la antológica Visca Octubre (Viva Octubre). El Front del art, editado por el Museo de Granollers. Comunista y/o anarquista, Helios fue un “gitano” (no se sabe si real o vocacional), que trabajó para toda la prensa obrera. Se hacía llamar “er borchevique andaluz”, y entre sus innumerables anécdotas, hay una sobre el 34. Cuando de vuelta de un viaje por Europa, Helios llegó a Barcelona y se enteró que sus amigos estaban presos, se montó en una silla en Las Ramblas y comenzó a hacer unas soflamas revolucionaria que le llevaron de patitas a la Cárcel Modelo. Lástima que esta revalorización parece que sea únicamente catalana.
Obviamente, esta bibliografía no podía concluir sin registrar el trabajo de Antonio Liz,Octubre de 1934. Insurrecciones y revolución (Ed. Renacimiento, Col. España en Armas, Sevilla, 2009), casi un “encargo” de la Fundación Andreu Nin que cumple perfectamente su modesto propósito de ofrecer una introducción marxista de los hechos de cara a las actividades y debates que se abren.
—Notas.
–1) Una lectura atenta de los documentos, y/o los estudios sobre la convergencia de disidencia comunista como los de Andrew Charles Durgan (BOC 1930-1936, El Bloque Obrero y Campesino, Laertes, Barcelona, 1996), o de Pelai Pagès (El movimiento trotskista en España, 1930-1935, Península, Barcelona, 1977), entre otras cosas, dejan de manifiesto la iniciativa del BOC en el desarrollo de la Alianza Obrera, en tanto que autores como Broué o Marie, otorgan a la ICE el protagonismo. La experiencia activista sería el factor determinante en la creación del POUM, por encima de las crecientes afinidades ideológicas…El POUM fue “el partido” de la Alianza, y siempre enfatizó la importancia del 34. Los otros componentes tuvieron una implicación más táctica, y evolucionaron en un sentido diferente, cuando no opuesto como en el caso del PCE-PSUC
–2) Los hechos del 6 de Octubre no produjeron una bibliografía importante más allá de los escritos puntuales de Maurín, Estivill, o Molins i Fábrega. Albert Balcells concluye un trabajo (El seis de Octubre en Cataluña, Historia 16, nº 18, octubre, 11977), diciendo: “Tan sólo constatemos que todo parece indicar que la mayoría de las izquierdas catalanas consideran hoy como un error fatal el 6 de octubre de 1934”. Se podría decir que la CNT más que nadie. Una muestra de ello se ofrece –involuntariamente quizás- en una obra colectiva tan interesante como La Barcelona rebelde. Guía de una ciudad silenciada (en una cuidada edición de Quim Cirera de Octaedro, Barcelona, 2003; un libro que, por cierto, ha inspirado otros como Zaragoza rebelde, en este caso visto desde toda la izquierda insumisa), que rastrea hasta los detalles menos conocido (como una emblemática huelga de aprendices en la Cristalería Planell en 1925, un apunte de Dolors Marín). Escrita casi íntegramente por afines con dos breves aportes poumistas (a cargo de dos “forasteros” como Wilebaldo Solano y Andrew Durgan), lo largo de más de 300 páginas de La Barcelona rebelde no hay…ni una sola línea dedicada al 6 de Octubre o a la Alianza Obrera. De la huelga general de 1917 se salta a las jornadas de julio del 36, y en medio, toda una historia silenciada.
–3) Subrayemos que en la extensa recopilación de Marta Bizcarrondo de joven, Octubre del 34: Reflexiones sobre una revolución (Ayuso, Madrid, 1977), los únicos textos teóricos incluidos son los de “Mont Fort” alias Maurín, dos de Nin (que se pueden encontrar en La revolución española, edición de Pelai Pagès para El Viejo Topo), y “Las Alianzas Obreras y el Partido Socialista”, de E. Ruiz, o sea Juan Andrade. Andy Durgan acaba de preparar una recopilación de los escritos de Maurín de esta fase con el título de Socialismo o fascismo (de próxima edición). Esperemos que también se puede reeditar Hacía la segunda revolución, cuyo 3 capítulo está enteramente dedicado a “Las jornadas de Octubre”. Obviamente, el 34 ocupa un lugar importante en los trabajos biográficos de Maurín (Yveline Riottot, Joaquín Maurín o la utopía desarmada, Ed. Gobierno de Aragón), y de Nin (Pelai Pagès, Andreu Nin: Una vida al servei de la classe obrera, Ed. Laertes, Barcelona, 2009, que tendrá una próxima traducción al castellano).
–4) En el “Especial” del “Imprecor” (editado en la Web de Viento Sur), se incluían sendos artículos sobre Francia y Austria, situaciones muy presentes en Comunismo y en La Batallade la época…Este es un buen momento para anunciar que acaba de aparecer La guerra civil europea, 1914-1945, obra de Enzo Traverso (Prometeo libros, 2009, Buenos Aires, 295 páginas), que según el propio Enzo está prevista en catalán en una edición de la Universitat de València que ya ha publicado otros trabajos suyos tan imprescindibles como este. Enzo desarrolla una visión internacional de los hechos en oposición a la uniteralidad de la historia “nacional” que permite considerables “boquetes” en la historiografía dominante…
–5) Lamentablemente el libro de Grossi no se ha podido reeditar como nos hubiera gustado, por lo tanto la última edición es la de Júcar (Gijón, 1978), que tradujo el prólogo de la edición francesa. Todo índica que Grossi se dedicó a escribir cuartillas de sus recuerdos que Julián Gorkin puso sobre el papel. Señalemos una reciente edición (Seriñena, 2009) de las “Cartas de Grossi” ceñidas a su papel en las milicias de Huesca, un meritorio trabajo de recuperación de Salvador Trallero…
–6) Tampoco se ha podido reeditar la obra de Narcís que apareció originariamente en catalán. Fue traducida para Júcar (Gijón, 1977) gracias a una iniciativa de Wilebaldo Solano que firmó un documentado prólogo incluido en El POUM en la Historia…Narcís al igual que Grossi fue muy representativo de los cuadros dirigentes del POUM, amén de un periodista de primera…
–7) Tres décadas después de su edición (Júcar, Gijón, 1977), la recopilación de Alba (Pere Pagès) sigue siendo la principal fuente sobre una cuestión sobre la que hasta ahora no se ha investigado a fondo, abarcando su desigual desarrollo, ya que su estallido colapsó su posible extensión. Por ejemplo, se sabe poco de su importancia en algunas ciudades y pueblos catalanes…Las memorias de Carmel se han reeditado con un añadido de (i feía la guerra), en Els Llibres dels Quatre Cantons (Girona, 2008).
–8) La primera obra de Ruiz (Amigos de Asturias, Oviedo, 1968) ha sido también criticada pro tratar muy sumariamente el anarcosindicalismo. Su libro sobre el 34 (Ed. Labor, Barcelona, 1988) es un buen trabajo de conjunto. Si acaso se le podía objetar que no “entra” a considerar la política del PCE, quizás una muestra de incomodidad dada la conocida filiación del autor Estando ya redactadas estas líneas me ha llegado otro trabajo de David Ruiz: Octubre de 1934. Revolución en la República española (Ed. Síntesis, S.A. (Madrid, 2008). Ojeo una “Nota preliminar” que no está firmada y leo: “(El) “hostigamiento a la República –casi de principio a fin- de las principales fuerzas enfrentadas en julio de 1936, a saber: monárquicos, en sus diferentes versiones de reaccionarios, y conservadores por un lado y anarquistas enloquecidos, comunistas sectarios y socialistas desnortados por otro…” (p. 8). Habrá ocasión de leerlo, pero las pautas parecen claras.
—9) Editado en la emblemática Zero-ZYX (Madrid, 1974), anotemos, a título de curiosidad anotemos que Nosty citaba una carta de José Antonio Primo de Rivera a Franco, con un contenido sin desperdicio: “[…] Ya conoce lo que se prepara: no un alzamiento tumultuario, callejero, de esos que la Guardia Civil holgadamente reprimía, sino un golpe de técnica perfecta, con arreglo a la escuela de Trotsky y quién sabe si dirigido por Trotsky mismo (hay no pocos motivos para suponerle en España). Los alijos de armas han proporcionado dos cosas: de un lado, la evidencia de que existen verdaderos arsenales; de otro, la realidad de una cosecha de armas risible. Es decir, que los arsenales siguen existiendo y compuestos de armas magníficas, muchas de ellas de tipo más perfecto que las del Ejército regular. Y en manos expertas que, probablemente, van a obedecer a un mando peritisimo. Todo ello dibujado sobre un fondo de indisciplina social desbocada (ya conoce usted el desenfreno literario de los periódicos obreros), de propaganda comunista en los cuarteles y aun entre la Guardia Civil, y de completa dimisión, por parte del Estado, de todo serio y profundo sentido de autoridad. (No puede confundirse con la autoridad esa frívola verborrea del Ministerio de la Gobernación y sus tímidos medios policíacos, nunca llevados hasta el final.) Parece que el Gobierno tiene el propósito de no sacar el Ejército a la calle si surge la rebelión. Cuenta, pues, sólo con la Guardia Civil y con la Guardia de Asalto […]. Y, seguro de que cumplía con mi deber, fui a ofrecer al ministro de la Gobernación nuestros cuadros de muchachos por si, llegado el trance, quería dotarlos de fusiles (bajo palabra, naturalmente, de inmediata devolución) y emplearlos como fuerzas auxiliares […]. Una victoria socialista, ¿puede considerarse como mera peripecia de política interior? Sólo una mirada superficial apreciaría la cuestión así. Una victoria socialista tiene el valor de invasión extranjera, no sólo porque las esencias del socialismo, de arriba abajo, contradicen el espíritu permanente de España; no sólo porque la idea de Patria, en régimen socialista, se menosprecia, sino porque, de modo concreto, el socialismo recibe sus instrucciones de una Internacional. Toda nación ganada por el socialismo desciende a la condición de colonia o protectorado”.
–10) La obra de García-Sauco (Ed. Nacional, Madrid, 1974), es seguramente la principal fuente de los “revisionistas”. En noviembre de 1999, el Vaticano canonizó a “nueve mártires” de la revolución asturiana del 34. Lo celebró en un acto magno que contó las piadosas presencias del vicepresidente del gobierno Rodrigo Rato, y del presidente de Argentina, Carlos Medem. Las cuentas de Wotyla eran sencillas: los religiosos fusilados eran almas puras, y los centenares de trabajadores masacrados no contaban (o se lo merecían)…El gesto se presentó como “una contribución a superar el odio”.
–11) Ed. Crítica, Barcelona, 1984, p, 15.
–12) Entre los escritos socialistas de la época cabe registrar, uno de Araquistáin, La revolución de octubre en España (Leviatán nº 21, 1936), en la que exalta el papel de los jóvenes (y “los trotskistas”)…En fechas más recientes, el de Bizcarrondo ya citado, más suAraquistáin y la crisis socialista de la II República (Siglo XXI, Madrid, 1977). En diversas tribunas, en el área socialista se ha pronunciado al menos tres matizaciones diferentes: una lo ha hecho en el mismo sentido que lo haría Besteiro en el momento, ante todo había que respetar las instituciones (es lo que hizo el SPD en Alemania); otra (Marta Bizcarrondo, Santiago Carrillo), ha lamentado la actuación radical, pero ha tratado de situarla frente a los revisionistas, y no han faltado (como el expresidente extremeño Rodríguez Ibarra), que declaró que entonces se hizo lo que se tenía que hacer…lo mismo que se ahora se hacía lo que había que hacer.
–13) Orobón es, de lejos, el teórico más interesante del anarcosindicalismo de entonces. Se le atribuye el inicio de la polémica en la CNT, polémica acelerada a continuación del fracaso de la insurrección de diciembre de 1933 Existe un trabajo bastante completo sobre su vida y su obra de José Luís Gutiérrez Molina, Valeriano Orobón Fernández. Anarcosindicalismo y revolución en Europa (Libre Pensamiento, edición auspiciada por la CGT Castilla-Leon, 2002). La larga introducción de Gutiérrez-Molina viene a ser una muestra de una cierta autarquía intelectual, los datos históricos apenas si son estudiados y se ajustan a lo que escribe Orobón. No se dice nada de Asturias, Cataluña o Madrid, y entre los animadores de la Alianza Obrera, se menciona una sola vez a Largo Caballero (y como ministro). En una referencia a Trotsky justificada por el hecho de que Valeriano le dedicó uno de sus artículos, José Luís escribe: “Para el antiguo jefe del ejército rojo, en España era necesario pasar por una etapa de gobierno democrático-burgués, dada la falta de un partido comunista fuerte. Como paliativo sugería la formación de un frente PCE-CNT. Argumentación que Orobón decía que era `absurda´ porque de ser condición indispensable para la revolución la existencia de un partido comunista fuerte, en Alemania haría mucho tiempo que el PC de ese país habría derrocado la república burguesa alemana. El problema era que el comunismo, como ya se ha dicho, no era una fuerza revolucionaria. La única existente en España y, en Europa, era la CNT. De ahí que se convirtiera en un ejemplo del movimiento obrero internacional” (p. 106-107).
–14) El libro, El Anarquismo en la insurrección de Asturias (Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, Madrid, (1994), fue publicado con su nombre en 1935, pero según algunas fuentes, el autor fue Fernando Solano Palacios. A Ramón Álvarez se le deben varios testimonios y recopilaciones valiosas, tales como Eleuterio Quintanilla. Contribución a sindicalismo revolucionario en Asturias (Editores Mexicanos Unidos, 1973), y José Mª Martínez. Símbolo ejemplar del obrerismo militante (edición del autor, Gijón, 1999), además entre sus obras inéditas consta una Versión libertaria de la revolución de Octubre del 34…A nivel universitario está la obra de Ángeles Barrio Alonso, Anarquismo y anarcosindicalismo en Asturias (1868-1936), (Siglo XXIO, Madrid, 1998).
–15) Una aportación desde el área comunista oficial es la de Amaro del Rosal, uno de los jóvenes socialistas que acompañaron a Carrillo, y que escribió 1934: El movimiento revolucionario de Octubre (Akal, Madrid, 1983). Pelai Pagès me contaba que él y Víctor Alba se encontraron a Amaro en un Congreso de Historia. Éste comentó que en aquel tiempo tuvieron algunas discusiones con el POUM, y que entonces Víctor se levantó gritando: “¿Discutir? ¡Nos queríais matar!”. La memoria ya se sabe…
(*) Este trabajo fue publicado como final del “dossier” que Viento Sur dedicó al acontecimiento.
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